Comentario
Sin duda la figura clave de la arquitectura francesa del siglo XVI, en cuanto a inventiva e ingenio arquitectónicos, Philibert de l'Orme (hacia 1510-1570), era hijo de un maestro de obras y, durante el período 1533-1536, sabemos que está en Roma, como señala Blunt, "estudiando, midiendo e incluso excavando las antigüedades romanas". Su estancia italiana coincide con la del cardenal du Bellay, cuyo círculo frecuenta, trabando estrecha amistad con el secretario de aquél, François Rabelais. No resulta, pues, descabellado pensar que fuera el propio de l'Orme quien inspirara al escritor y humanista francés la descripción de la abadía de Théléme del "Cargantua" que, precisamente en 1534 a su vuelta de Roma, publicará Rabelais.
En 1536, de l'Orme está de vuelta en su Lyon natal y cuatro años después es llamado a París por du Bellay que, al tiempo que le encarga la construcción de St. Maur-lés-Fossés, pone en contacto al arquitecto con el Delfín -luego Enrique Il- y su amante Diana de Poitiers; todos hechos decisivos en la trayectoria profesional de Philibert de I'Orme, singularmente el mecenazgo de la última que, en 1547, le encargará la construcción del castillo de Anet.
Al acceder al trono de Francia, Enrique II nombra a de l'Orme superintendente de edificaciones; para el rey diseñó la tumba de Francisco I en St. Denis y el Cháteau-Neuf de Saint Germain, fundamentalmente. Para Diana de Poitiers, entre 1556 y 1559 de nuevo, construye el puente del castillo de Chenonceaux.
La vinculación con la favorita del rey, conlleva que, fallecido éste, el arquitecto sea licenciado de su cargo palatino por Catalina de Medici, ya reina madre y regente de Francia tras el prematuro fallecimiento de Francisco II, por su otro hijo Carlos IX. Este alejamiento de la corte, no obstante, dura escasamente un lustro, tiempo que de l'Orme dedica, sobre todo, a su producción teórica, siendo nuevamente requerido por la reina madre, que le encarga las dos obras finales de Philibert de l'Orme: nuevos planos para reestructurar y ampliar St. Maur -adquirido por Catalina de Medici a los herederos del cardenal du Bellay- y la construcción del parisino palacio de las Tullerías.
A un primer tratado que ve la luz en 1561, "Nouvelles inventions pour bien bastir et á petits frais", eminentemente práctico sobre la construcción de todo tipo de cubiertas y una serie de cuestiones de ingeniería y mecánica que, en alto grado, interesaron a de l'Orme, sigue su obra "Architecture", publicada en 1567, que es la que proporciona las claves y directrices del pensamiento de su autor. Aceptando los magisterios de Vitruvio y Alberti, pero de manera crítica y no servil, el arquitecto francés basa sus planteamientos, más que nada, en su propia experiencia profesional, tratando en todo momento de hallar una base racional a su arte.
Su afirmación de que más valdría al arquitecto "fracasar en la ornamentación de las columnas, en las proporciones y tratamiento de las fachadas, que no abandonar las excelentes leyes de la naturaleza, así como actuar siempre ateniéndose a los preceptos de la razón"; o su dura crítica a "aquéllos que acumulan ornamentación sin razón, proporción ni medida", para continuar diciendo que la ornamentación arquitectónica debe aplicarse con propiedad "según sea necesario y razonable, y no sólo para dar la sensación de riqueza", nos evidencian las líneas del pensamiento delormiano.
Sus consideraciones sobre los mármoles italianos, como material de construcción, y el orden francés que propugna, resultan en extremo interesantes, al margen del rabioso nacionalismo que destilan, muy en consonancia, por otro lado, con el sentimiento orgullosamente francés del momento que, por ejemplo, hallamos en los coetáneos poetas de la "Pléiade" o en su amigo Rabelais. Insiste en que las diferentes clases de piedra de Francia, que adquiere la connotación de material nacional, son tan buenas como los mármoles de Italia y más adecuadas al clima del país; ataca a los que servilmente siguen los modelos italianos que, a menudo, "caen en la trampa de copiar un original bueno para emplearlo en un emplazamiento distinto o a escala distinta, de forma que resulta ridículo".
Propone añadir a los órdenes clásicos un nuevo orden francés, alegando motivos de índole práctica teñidos del comentado nacionalismo. Debe usarse, pues, la piedra del país que, aunque permitiera fácilmente fabricar soportes de una sola pieza, como material de construcción no resistiría las presiones a que es sometido. Los fustes de columnas deben por tanto realizarse mediante tambores superpuestos; una serie de bandas decorativas, horizontalmente dispuestas a intervalos regulares, debían ocultar, según su sugerencia, las junturas de los citados tambores que afean y desvirtúan la columna. Finalmente esta misma idea la aplica a los propios órdenes clásicos, ilustrando con láminas las versiones francesas -es decir, con las mencionadas bandas- de los órdenes dórico y jónico.
Al analizar la obra práctica de Philibert de l'Orme, encontramos la misma lógica y racionalidad que emanan sus escritos. Lo conservado se reduce sólo a partes de Anet y a la tumba de Francisco I, siendo preciso echar mano de dibujos y grabados, para hacemos idea del resto de su producción.
Ya el castillo de St. Maur, que inicia probablemente en 1541, supone un gran acierto de nuestro arquitecto, que lo propone como ejemplo en la observancia de proporciones y medidas. La remodelación y ampliación que acomete a partir de 1563, muestra su sabiduría y pericia en el acoplamiento, distribución y juego de volúmenes arquitectónicos.
El castillo de Anet (Eure-et-Loire) que de l'Orme inicia en 1547, es seguramente su obra de más empeño. Un acentuado experimentalismo, que termina por poner en entredicho aspectos del propio sistema clásico, cuyos elementos maneja de modo muy libre y personal, parece presidir toda la intervención del arquitecto. Ahora bien, son sólo tres partes, si bien principales, de Anet lo que resta en pie, de manera que la idea de conjunto se nos escapa y, sobre todo, que lo conservado adquiere un carácter independiente y exento que no tenían; en concreto las alas de los respectivos patios como elementos de enlace son unos datos que hoy nos faltan.
El frontispicio del castillo (hoy en el patio de la Escuela de Bellas Artes de París) o avant-corps, anterior a 1550, es de una monumentalidad arquitectónica tanto mayor si lo cotejamos con el grafismo decorativista de Lescot. Este frontispicio de Anet, de ornamentación discreta y severidad en sus molduras, es en sí mismo una reflexión sobre la superposición de los órdenes clásicos, rigurosamente adoptados pero mediante una proporcionalidad de elementos totalmente desprejuiciada, singularmente en las dimensiones de basas, que, de algún modo, parece cuestionar el valor organizativo de la estructura y, por ende, del sistema.
La capilla de Anet, in situ aunque hoy como edificio exento, hay que datarla en el intervalo 1549-1552; es de planta central esencialmente configurada por dos círculos, uno interior continuo, que corresponde al espacio cupulado, y otro exterior discontinuo, que es el de las capillas. El casetonado interior de la cúpula, a base de círculos de molduras, cuya proyección directa sobre el pavimento deviene el diseño del marmóreo solado, supone el incidir obsesivamente sobre la idea neoplatónica del círculo como forma perfecta; ideal que, también de modo obsesivo, había asumido el Renacimiento italiano.
En la entrada del castillo de Anet, de hacia 1552, también in situ y concebida como pabellón, una serliana (medio punto que salta entre dos dinteles) se convierte en base y soporte de una serie de volúmenes arquitectónicos, de concepción totalmente personal. El modo de combinar y mover esos volúmenes arquitectónicos, así como la sobriedad decorativa, confieren una gran monumentalidad al conjunto del dispositivo, donde las partes macizas son compensadas por balaustradas caladas, de exquisito diseño.
De las dos obras que de l'Orme realizara para Enrique II, el sepulcro del padre de éste en St. Denis, comenzado en 1547, subsiste, en tanto que el castillo nuevo de Saint Germain, iniciado diez años después y conocido entonces como Théátre, ha desaparecido. Del sepulcro de Francisco I, cuya parte escultórica corrió por cuenta de Bontemps, sería de destacar la enorme plasticidad lograda mediante el retranqueo y volado de los elementos del entablamento. Del Théátre interesa resaltar el carácter exento y simétrico que tuvo su "corps-de-logis", con lo que se convierte en modelo directo para Blérancourt (1612-19) de Salomon de Brosse, y es el camino para Maisons-Lafitte (1642-46) de François Mansart y para Vaux-le-Vicomte (1657-61) de Louis Le Vau.
Al parecer, Philibert de l'Orme desarrolló una notable actividad en el capítulo de-la arquitectura religiosa, pero, salvo la capilla de Anet, no nos ha llegado testimonio arquitectónico alguno. Sabemos de la capilla que, hacia 1550, construyera en el parque de Villiers-Cotterets, donde insistía en el tema de la planta central, esta vez a base de formas treboladas; aquí plasmó, de modo práctico, su orden francés. El trascoro de la parisina iglesia de St. Etienne-du-Mont, de hacia 1545, que es una combinación muy libre de escaleras de caracol y balaustradas caladas, puede ser atribuido, con fundamento, a de l'Orme.
Por último, el encargo en 1564 a de l'Orme del palacio de las Tullerías, supone el inicio de un largo proceso constructivo que, uniéndose al del Louvre, será un capítulo pendiente que resolverá la arquitectura barroca parisina. Lo escaso que resta en las Tullerías del proyecto delormiano, parece evidenciar una línea más ornamental emprendida por el arquitecto en sus últimos años; bien es verdad que las presiones de la reina madre en este sentido -constan sus exigencias en decoración y en el uso de materiales ricos-, debieron condicionar al artista.
La producción específicamente arquitectónica de Francesco Primaticcio, aparte de la asociada a jardines, es menos significativa para el contexto francés, aunque interesante, pues muestra una vocación por la sencillez que, frente a su sentido de la decoración desplegada en Fontainebleau, calificaríamos de purista. Así lo demuestran tanto su proyecto para la capilla Valois (hacia 1560), edificio de planta central que debía añadirse al extremo Norte del crucero de St. Denis, como lo correspondiente a arquitectura del sepulcro de Enrique II (comenzado en 1563) y, sobre todo, el Aile de la Belle Cheminée (1568) del propio Fontainebleau que, no sin razón, ha sido calificada de fría y académica.